HUAYNAKANA KUKAMA

La contaminación en el río Marañón afecta a los niños y las niñas kukama

Para el pueblo kukama, el río lo es todo. Es el núcleo de su vida espiritual, un ser vivo en el que habitan sus antepasados y las criaturas que dan forma a su cosmovisión. Y también es el centro de su vida material, una carretera fluvial de la que extraen los peces que comen y el agua que beben y en la que, aprovechando la decreciente del río durante la época de sequía, cultivan yucas o frijoles. Pese a que el río es su vida, los kukama no han podido evitar que éste enferme: desde hace décadas, las actividades extractivas afectan al río Marañón, sus afluentes y quebradas, lo que a su vez provoca que los propios kukama, sobre todo sus hijos e hijas, padezcan enfermedades relacionadas con la exposición a los metales pesados.

«Hay niños que sufren comenzones, como decimos nosotras». Quien habla es Mariluz Canaquiri, presidenta de la Federación Huynakana Kamatahuara Kana, y hace el gesto de rascarse con fuerza el brazo, reflejo de las extendidas enfermedades cutáneas. «Mis bisabuelos eran chamanes, a los que llamamos «bancos», porque manejan bancos de espíritus, y decían que los «karwara» [gente que habita en el agua] tienen enfermedades y están preocupados. Porque allí [por el mundo karwara] también se muere. Como nosotras, que enfermamos cuando tomamos agua del río; la población enferma con vómitos, diarrea, fiebre, dolor de cabeza, dolor de estómago», añade.

El pueblo kukama es una comunidad nativa de la Amazonía que habita regiones de Perú, Colombia y Brasil. En Perú, viven en la orilla del río Marañón, el cual, al unirse al río Ucayali, da vida al río Amazonas. A escasos kilómetros del nacimiento del río más caudaloso del mundo, en Nauta, la principal urbe del pueblo kukama, el trasiego es constante, sobre todo en su puerto, de donde parten las embarcaciones que llevan a aldeas y ciudades ribereñas y a las lejanas Pucallpa o Yurimaguas. A cuatro horas en barca rápida está Santa Rita de Castilla, en el distrito de Parinari, una ciudad acostumbrada a cambiar de ubicación debido a las crecidas y embestidas del río Marañón.

A principios de marzo, en Santa Rita de Castilla las personas disfrutan de dos días sin apenas lluvia. Hay ultramarinos, modestas cafeterías y peluquerías, varias iglesias evangelistas y un centro de culto católico. En la ribera hay hostales y un bar que tiene el altavoz a todo volumen durante doce horas al día; el ritmo de la música selvática aquí no lo discute nadie. Al atardecer, los y las jóvenes juegan al voleibol en las dos pistas de césped cercanas al río Marañón. En él, en el río, los niños y las niñas saltan desde las canoas y se dan chapuzones. No importa que esté contaminado: el calor aprieta y el río refresca.

Los kukama padecen la contaminación generada por las actividades extractivas en la Amazonía. La falta de infraestructuras hace que las aguas residuales y los restos fecales sean vertidos al río sin tratamiento alguno. Además, sufren las consecuencias de la deforestación; de la minería ilegal, presente en la mayoría de ríos y que en el proceso extractivo vierte químicos y remueve los sedimentos; y de los derrames de petróleo del oleoducto Norperuano.

«Los ríos son las principales víctimas del modelo económico y extractivo de Perú. Por ejemplo, no hay ni una ciudad en la Amazonía que tenga plantas de tratamientos de aguas servidas; es decir, en todas las ciudades de la Amazonía las escretas, la pichi y la caca son vertidas a los ríos», explica Juan Carlos Ruiz, abogado del Instituto Legal de Defensa (IDL) que representa a las mujeres kukama de Huynakana en varios litigios contra el Estado peruano y la compañía Petroperú. «En 2017 investigaron 52 o 54 comunidades en el Marañón, y encontraron que en 49 tenían restos fecales,  hidrocarburos y metales pesados. Y si te vas a la zona andina es igual. En este país los ríos no son cuidados», añade.

El río Marañón presenta niveles altos de metales pesados como arsénico, plomo, hierro, cadmio o mercurio. Los efectos nocivos de este tipo de contaminación son más pronunciados en las mujeres gestantes y en los niños y las niñas. Si la exposición es a largo plazo, los más jóvenes pueden padecer enfermedades crónicas que alteran la memoria y generan migrañas. Por eso, las autoridades desaconsejan beber su agua. «Sabemos que tomamos un agua con hasta 7 metales pesados, y por eso se ha declarado el agua del Marañón no apta para el consumo humano, y sabemos que algún día sufriremos enfermedades, pero no tenemos otra fuente de agua», apunta Mariluz Canaquiri, presidenta de Huynakana.

El oleoducto obsoleto

Si bien la contaminación es generalizada, hay puntos negros en el río Marañón en los que ésta se incrementa por los vertidos de petróleo. Construido a partir de los años 70, el oleoducto Norperuano, que extrae crudo del corazón de la Amazonía, discurre durante cientos de kilómetros en paralelo al río Marañón. Los derrames se suceden y, según IDL, más de la mitad ocurren por falta de mantenimiento de la empresa gestora Petroperú.

Uno de los puntos negros es Cuninico, que ha sufrido dos derrames en la última década, en 2014 y 2022. En el juicio abierto por la comunidad kukama contra Petroperú y diferentes autoridades públicas por el derrame de 2014, un informe de los demandantes subraya las carencias del plan de remediación y destaca un estudio de 2021 sobre la contaminación por metales en las comunidades de Cuninico, Nueva Santa Rosa de Urarinas, Nueva Esperanza y San Francisco.

«De nuestro trabajo de campo se desprende que la población de las cuatro comunidades, así como sus territorios, se encuentran enfermos. La mayoría de las personas, incluidos los niños, presenta una sintomatología común: dolores de cuerpo, huesos (especialmente rodillas y cadera), dolor de cabeza, malestar general, insomnio, mareos, vista borrosa, problemas de visión, dolores de estómago, manchas en la piel, problemas respiratorios, diarrea, entre otros síntomas, que alertan de la posible relación con la intoxicación por metales pesados. Nos llamó especialmente la atención que la mayoría de las personas, incluidos niños, toman analgésicos para aplacar el dolor casi diariamente. No tienen un diagnóstico claro de las enfermedades que padecen porque no cuentan con médico, ni laboratorio, ni especialistas que puedan determinar el origen de sus males», sostiene el informe presentado por IDL. «27 personas han fallecido desde el derrame de petróleo. […] La mayoría recogieron crudo y las mujeres lavaron ropa de familiares que trabajaron en el derrame. El resto de los fallecidos estuvieron expuestos a la contaminación a través del consumo y uso del agua del río Marañón y el consumo de la alimentación, especialmente pescado. Al mismo tiempo las mujeres se han visto afectadas en sus partos. Ha habido 31 abortos desde el año 2014», añade.

«Las empresas petroleras, madereras y mineras no nos traen desarrollo sino antidesarrollo: nos traen enfermedades, plagas y miseria. Nuestros niños y ancianos enferman y nosotras mismas estamos llenas de metales pesados. No somos personas sanas, vivimos enfermas, y no sabemos qué enfermedades tenemos porque no hay hospitales ni personal especializado», lamenta Emilse Flores, vicepresidenta de Huynakana, y alerta de la baja productividad de las tierras contaminadas y de la dificultad de encontrar peces grandes como los pajos o las gamitanas, que migran a quebradas menos contaminadas. Por el daño que hacen todas estas actividades combinadas, las mujeres kukama de Huynakana han dicho basta, y luchan por declarar el río Marañón como sujeto de derechos. De esta forma podrán velar por la indefensión del río y por los derechos a la vida, a la salud o al agua de las comunidades nativas. En consecuencia, estas mujeres reclaman que los proyectos que se hagan aquí cuenten con el beneplácito de las comunidades locales, que tendrían que ser consultadas por ley, y además exigen que la empresa Petroperú repare y mantenga el oleoducto. En juego está la vida de sus hijos e

Miguel Fernández Ibáñez | Santa Rita de Castilla (Perú)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio